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DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA
Hoy celebramos el Día Mundial de la Poesía. Algunos de los poetas que asistieron el año pasado a los Martes de Poesía y Música eligieron un poema para compartir con ustedes. Esperamos que disfruten de la selección.
/2011/03_MAR/bellessi_Web.jpgDULCITA COMO LA MIELITA, NICARAGUA, NICARAGÜITA...
Por DIANA BELLESSI

Fue en la mañana de la plaza de Granada
que lo oí, y a una seño chiquitita llena
de gracia con su criolla falda sentada como reina de nada a quien pregunté ¿y ése
el que así canta quién es?, le brillaron presto
los ojitos en la cara y su entusiasmo
era una ráfaga temblando hacia los altos
árboles de la plaza, "al amanecer rasga
la noche con su canto y llega la luz",
dijo, "como si fuera el espíritu santo"
y así la llama de su voz hacía trinar
al clarinero negro más y más arriba
de la rama, entonces comulgué en Granada
mientras ambos pajaritos de Dios cantaban
como hace la poesía del poeta liberada

 

Por TAMARA DOMENECH

/2011/03_MAR/domenech_web.jpgLA MINIFALDA VERDE OLIVA Y LA REMERA AZUL
Mi prima me pasó su minifalda verde oliva porque le quedó chica.
Había heredado algo hermoso sin que muriera nadie.
Como no tenía nada para ponerme arriba, mamá me había comprado una remera azul con tres botones a la altura del pecho, que desde la primera lavada, se oxidaron.
Con el conjunto usaba unos zapatos náuticos marrones de hombre.
Para mostrarme sorpresiva.
Me pintaba los ojos con dos líneas negras que se fugaban por la cien al horizonte que siempre estaba atrás mío.
Me sentía intensa con esta ropa.
Era un árbol joven que sabía que iba a morir.

EL JUMPER AZUL MARINO
Estaba embarazada.
Mi cuerpo crecía para abrirle paso a otra criatura.
Era una topadora, un volcán, una grúa escalofriante.
Tenía la fuerza que imponen las máquinas.
La certeza para agujerear el piso y parir.
Como no tenía ropa acorde a la transformación, una amiga me prestó un jumper de corderoy azul marino que ella se había comprado veinte años atrás.
Andaba con el jumper para todos lados.
Iba al super, al gimnasio, a ver danza.
Parecía una Sarah Kay adulta.
Vintage por necesidad.
Una ballena que saltaba por el asfalto.
El azul marino me daba fuerzas y el corderoy me abrigaba aunque hiciera mucho calor.
Yo necesitaba tener a punto los motores, estar cachonda, a tiro para cualquier eventualidad.
De un momento a otro ocurrió lo peor.
Empecé a caminar liviana, el vestido me quedaba flojo, las piernas ya no se asían al suelo.
Había dejado de ser una grúa para convertirme en una retama. En una pichincha.
Se cayó el almohadón de cal de la panza.
Polvo a mi alrededor.
Un pic nic de colibríes me taparon las nalgas con el único amuleto que llevaba.
El jumper de corderoy azul marino después, se transformó en un colchón para lo que había parecido una fantasía inimaginable: una ráfaga de corriente eléctrica que vino y se fue.

LAS BOMBACHAS DE CAMPO
Una tarde un amigo me dijo "¿sabés que tengo mucha ropa para regalar? ¿querés pasar por casa para ver si te quedás con algo?"
"Me encantó. Gracias por tenerme en cuenta", le contesté.
A las cuatro y media más o menos fui a su casa caminando.
Cuando llegué no lo podía creer
nunca había visto tanta ropa junta para regalar.
Era toda de hombre.
Porque mi amigo vivía con sus dos hermanos y su papá.
Vivía en una casa sin ropa de mujer.
No se acordaba de ninguna prenda de su mamá.
Ni del camisón, ni de una bombacha, ni de ningún abrigo.
Nada.
Desde que su mamá no vivía con él, no se acordaba qué ropa usaba.
Le dije que no podía ser. Que hiciera un esfuerzo.
Pero no quiso. Prefirió no esforzarse. Me dijo que yo había ido para otra cosa.
Y tenía razón.
De la montaña de ropa que había sobre la cama para regalar, saqué un pantalón.
Era una bombacha negra de campo.
Preciosa.
Con muchos botoncitos en la bragueta.
Me la probé y me quedó pintada.
Como estaba gorda la bombacha me quedaba semi ajustada.
Entonces me sentía una gorda sexy. Una gorda con cojones.
Volví a casa caminando.
Contenta. Como si hubiese ido de compras.
Era de noche. En la casa no había nadie.
Aproveché.
Fui al cuarto de mi mamá a probarme de nuevo el pantalón.
Fui ahí porque hay espejo.
Y cuando me estaba abrochando la bragueta me dejé llevar por un arrebato. Un hombre a caballo se apoderaba de mí y no me sentía sola nunca más.

INVISIBLE
/2011/03_MAR/fiebelkorn_web.jpgPor HORACIO FIEBELKORN

Había alguien aquí, alguien, invisible,
había, estuvo, con su pelo me rozó
el brazo, un aire soplado sobre la frente.
Hubo, alguien pasó como brisa veloz, como
algo que no deja rastro sino en la pregunta,
pasó y no hay nadie, aquello que estuvo sabe
que no hay nadie ahora, o parece que estuvo,
o parece que no hay nadie, salvo la duda
que plantó eso que estuvo, sin forma, identidad
ni tiempo. Qué fue eso, quién fue que estuvo
acá sin avisar y me tocó y se perdió entre
cosas ajenas, y se murió entre las cosas lejanas.
ESTRELLAS
/2011/03_MAR/malatesta_WEB.jpgPor ROBERTO D. MALATESTA

Mi perro y yo miramos las estrellas
y somos casi hermanos.
Yo soy el que más sabe
de los dos, las estrellas
no notarán la diferencia.
Desde esta posición
quien pretende saber
es como aquel que salta
y por ello se cree cerca del cielo.
Mi perro y yo miramos las estrellas,
ninguno de los dos
llegará más allá de sus narices.
No obstante, qué bueno bajo el rocío,
contemplar las estrellas es tan bello
y simple, que mi perro y yo, hermanados,
sabiendo casi nada
lo comprendemos todo.

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