No podemos vivir y sentir el planeta si no es a través de sus particularidades: el mar, las montañas, los ríos...Sólo los astronautas tienen una visión global del planeta, ya que las fotos y documentales que muestran a la Tierra girando en el cosmos no llegan a hacernos sentir su fragilidad; son imágenes congeladas de algo muy complejo y pleno de vitalidad.
Mientras no reconozcamos al planeta como nuestro origen y nuestro sustento, mientras no reconozcamos, que somos "tierra que anda", -como decía Ayahualpa Yupanqui-, planeta en dos piernas, cerebro que es fruto de la red de vida en la que estamos inmersos.... Mientras no reconozcamos eso como una realidad cotidiana será difícil hablar de sustentabilidad sin sentirlo como algo lejano, un problema para los científicos, un tema técnico para dejar en manos de especialistas.
El planeta es como un ser vivo, cruzado por un tejido de interacciones e interdependencias que, bien miradas, son casi infinitas: desde la red neuronal de nuestro cerebro, -un mecanismo biológico que nos permite pensar, sentir y actuar-, hasta la complejidad de la "maquina del clima" que apenas estamos comenzando a comprender en estos años, cuando tal vez ya sea tarde, porque ya lo hemos enfurecido con nuestros maltratos y nos responde con sus tormentas, sus nevadas record, sus inundaciones, sus rayos y centellas.
Saber que somos parte de ese sistema vivo es el primer paso para hacer carne en nuestra cultura la sustentabilidad. Porque eso quiere decir sustentabilidad: que un sistema -un bosque, la cuenca de un rio, un área agrícola- pueda seguir funcionando con todos sus procesos en pleno dinamismo, aunque lo usemos y saquemos provecho de él. Y sustentabilidad es también que los humanos que lo habitan tengan sustento y puedan vivirlo con alegría, que no haya hambre ni marginación en un planeta que nos sostiene a todos. "La Tierra no pertenece al hombre," decía un jefe piel roja, "es el hombre el que pertenece a la Tierra. Y todo lo que le haga a ella se lo hará a sí mismo." Nuestra sociedad está comenzando a comprobar estas viejas verdades en carne propia, y a cantar canciones que las nombran.
LAS CANCIONES
"La Tierra que te da la vida, da un tiempo para decidir, eligiendo inteligentemente, todo el mundo podrá ser feliz" decía en 1969 el grupo argentino Manal, anunciando que para seguir en este tren de consumo y falsedad hay que tener "Jugo de tomate frío en las venas". Ya entonces ciertas cosas estaban claras, como que esa Tierra había sido dividida y adaptada por el hombre que se separó de la naturaleza, como cantaba en los mismos días de fines de los sesenta Miguel Abuelo en Tema en flú sobre el planeta, de los Abuelos de la Nada. También por esos años de primeros viajes espaciales, Caetano Veloso, en su canción Terra, al ver por primera vez la foto del planeta tomada por los astronautas, dice "...y sin embargo no estabas desnuda, y si cubierta de nubes, pequeñita..." sola, flotando en el espacio.
Os Novos Bahianos, un conglomerado artístico que brilló en Brasil a principios de los setenta, tuvieron la osadía de llevar a las calles pobres de las favelas ese Misterio del Planeta: "Voy mostrando como soy y voy siendo como puedo, jugando mi cuerpo en el mundo, participo siendo el Misterio del Planeta. El triple misterio de que siendo él, y también lo que existe en cada uno, yo igual sigo mi camino, y no soy más que un chico de Brasil".
Hoy el mensaje es más directo y hasta agresivo. Los Piojos, en su reciente Civilización, rugen: "Un nuevo desierto, un nuevo granizo, ¿saben quien lo hizo? Anda por acá." La banda catalana Macaco habla a los oídos sordos de los poderosos: "Grité: Va muriendo lentamente, Mama Tierra, Mother Earth" y se esperanza: "Si la miras como a tu mamá, quizás actúes como el que defiende a los suyos y a los que vienen detrás...". Bersuit Bergarabat, canta Madre hay una sola, en la misma tónica: "Se ven las marcas de la muerte por la ventana del avión, Vos sos mi única madre, hoy venero tu jardín." El tema de la Madre Tierra se repite con ritmo andino en "Hijos de la Tierra" del grupo chileno Los Jaivas, que entonan: "Ay, ven /vamos a invocar/con la voz más clara/ las riquezas puras/ del jardín del mundo".
El cantautor argentino Gabo Ferro en "Toda el agua del Mundo" lamenta que "Han quedado pozos donde hubo lagos, donde estaban los mares hay desiertos blancos, donde estaban los ríos hay puro viento manso..." y propone luchar "Para verdear la tierra nos separaremos, vos te irás a los vientos mi amor, yo me iré al desierto".
Flopa, nombre artístico de la compositora y cantante Florencia Lestani, dice que "todo el viento /no alcanzará /para empujar /la carreta de los días por llegar /a destino /a destiempo /vas a llorar /las visiones recogidas en el mar" Y Miguel Cantilo y Jorge Durietz proponen "Que Sea al sol". Volver al sol, a la vida, a la alegría natural es un canto compartido a través de las generaciones. Juan Ravioli canta sobre los Días Felices "Que no hay porqué dejarlos escapar. Todo parece encajar perfectamente hoy" y el argentino naturalizado catalán Gato Pérez festejó, al fin de la dictadura franquista, el regreso de esa alegría natural que Tiene sabor, en una especie de himno rumbero en el que "la vida manda por encima de lo demás" Volver a la vida feliz y solidaria es el camino, proponen los artistas, para convertir a este planeta en un jardín sustentable.
Pipo Lernoud