ESTADO TRANSITORIO. Espectadores, cinéfilos, críticos, y otras relacionesPor
Lorena Cancela"Pero hay otra manera: considerar un libro como una máquina asignificante cuyo único problema es si funciona y cómo funciona, ¿cómo funciona para ti? Si no funciona, si no tiene ningún efecto, prueba a escoger otro libro (...). No hay nada que explicar, nada que interpretar, nada que comprender" Gilles Deleuze, Conversaciones
Espectadores, cinéfilos, críticos
Escribir un libro, aunque sea pequeño, requiere de un esfuerzo. Y si su tema es el cine en su faceta menos espectacular (aquí no se desarrolla la biografía de un actor, actriz o director consagrado, ni ninguna anécdota del estilo) el esfuerzo se duplica porque hay que buscar una editorial que se anime a publicar contenidos tan peculiares. Pues ¿por qué es necesario reflexionar a propósito del cine? ¿Por qué es necesario suspender el flujo del movimiento para escribir y pensar algunas de las cuestiones que tienen que ver con el, pero lo trascienden como entretenimiento?
Como ningún otro arte antes, el cine puede ser motivo de discusión y debate sin necesidad de contar con un carnet de especialista. A diferencia de la pintura que necesito por siglos que otro (el curador o crítico) la explique, éste desde sus inicios le dio al hacedor (entre los cineastas se cuentan excelentes teóricos), y al espectador la posibilidad de que lo expliquen. Por su accesibilidad como ‘medio de reproductividad técnica', el movimiento de las imágenes, las posibilidades miméticas de éstas, y en su faceta más espectacular: por las estrellas, el cine es y ha sido uno de los temas de conversación entre la gente.
En los albores del siglo XXI el cine está experimentando varios cambios. Estos se suceden rápidamente, uno detrás de otro, sin dejarnos a los espectadores (cinéfilos, o críticos), el tiempo suficiente para asimilarlos. Esa es, entonces, una de las razones por las cuales creí que era necesario escribir este libro: Para describir algunos de esos cambios, testimoniar (a través de mi experiencia como argentina y cinéfila, o la de otros de otras latitudes) que el cine era de una manera, y está siendo de otra. Soy conciente de que lo analizado aquí mañana puede ser de otra manera. Para hacer uso de la alteridad, y continuar con el diálogo con Oriente, pienso que la esencia del cine hoy es, de alguna manera, como un cuerpo vacío, similar al que en Bardo Thodol, el Libro de los Muertos tibetanos, está esperando que una de las almas en tránsito se reencarne en el.
De allí que en la actualidad sea preferible decir: El cine está siendo (tal cosa o tal otra), que el cine es x o y. El blog de cine (esa suerte de, valga el oxímoron, diario personal público digitalizado y de circulación inmediata) es popular justamente porque se instala en ese presente. Hay blogs relativos al cine con las temáticas más variadas. Los hay dedicados a los estrenos de cartelera que publican los comentarios antes que los diarios, a los festivales y las películas que pueden verse allí, a la agenda en torno a cuestiones teóricas del cine. Junto a ellos coexisten otros, pero en los que el cine es apenas evocado: es una excusa para, por ejemplo, pensar cómo se construyen destinos turísticos teniendo presente la estética de ciertas películas.
Todos podemos hablar del cine. Por eso en algunos casos es preferible referirse al hecho cinematográfico más que al cine, a secas. Decir "cine", al menos hasta no hace mucho, implicaba mirar imágenes en movimiento en una pantalla grande. Por el contrario, decir hecho cinematográfico indica que hay algo del mirar que trasciende esa actividad, se filtra en el contexto, está, digamos, en el aire...
Uno de los cambios que vive el cine, se produce en el lugar de exhibición de las películas: la sala cinematográfica. Salvo contadas excepciones, los cines de barrio han desaparecido, y las salas se trasladaron a los llamados "complejos". Las diferencias entre las actuales y las de antaño no son solo técnicas (por el sonido envolvente, el uso del 3D), también sociológicas. Recordemos una de "las leyes" en torno a las cuales se construyó la idea de público adulto: la prohibición de hablar durante la proyección. Hoy ¿podríamos aseverar que en la sala de cine el espectador no habla? ¿O no come, o no bebe ruidosamente? Desde ya, aquellas actitudes tienen que ver con el hecho de repetir lo que podemos hacer en nuestras casas mientras miramos un film en la televisión, pero también con que ir al cine está dejando de ser una experiencia enfocada solo en la intelectualidad y/o la emoción, para transformarse en una práctica sensorial que integra todos los sentidos. Esta nueva faceta cinematográfica es explotada, sobre todo, en el corazón de la industria cultural, pero algunas películas señaladas como bajo presupuesto, a veces, también apuntan a que el espectador se relacione con las imágenes como si estuviera no frente a ellas, sino dentro de ellas. Este tema lo desarrollamos en el primer capítulo dedicado al espectador.
Otra transformación también viene de la mano de las nuevas tecnologías. Las cámaras digitales y las computadoras no solo modifican la forma de hacer películas (se puede filmar en un país, mandar el material adjunto por mail y editar en otro a miles de kilómetros de distancia), o de exhibirlas (las películas pueden circular salteándose los canales de distribución tradicionales) también afectan a la cinefilia. En el segundo capítulo, describimos cómo la cinefilia (amor por el cine) está modificando su esencia. Por ejemplo, entre los especialistas de cine es común referirse a los cinéfilos mutantes. Cinéfilos que construyen su afección no por lo que ven en la pantalla grande de sus ciudades, sino por lo que pueden encontrar en los dvd clubs, o en Internet. Para este tipo de cinéfilo, ir al cine no es prioritario. Es más, éste a veces pierde interés en ir a la nueva sala cinematográfica para ver una película comercial. Su preferencia, en todo caso, es asistir a un festival de cine. Dentro de este capítulo también reflexionamos que la imagen manipulada por computadora puede confundirnos, y cómo, al momento de reconocer una fuente, o cita.
Otro cambio importante ocurre en el corazón de la crítica de cine. No es nuestro propósito hacer una historia de la crítica, pero sí señalar, focalizar nuestra atención en las transformaciones que están ocurriendo en el seno de la disciplina. Una disciplina joven que, paradójicamente, y para algunos, está transitando su ocaso. Y si bien esta última no es nuestra idea, no es menos cierto que, por ejemplo, el lugar físico, o de pertenencia, al cual se asociaba a la persona que ejercía el oficio de crítico (el diario) hoy no es necesariamente éste. En todo el mundo distintas voces asociadas a la crítica de cine refieren que en los periódicos el espacio de un texto crítico cede frente a la publicidad. La digitalización de los contenidos, y el encarecimiento de las ediciones impresas, también aportan su grano de arena a los cambios en el oficio. Estas y otras cuestiones nos ocupan en el tercer capítulo.
El cuarto capítulo es, digamos, el más heterogéneo. En éste ubicamos al cine al lado de una disciplina como la semiología, pero también con relación a un hábito que, creemos, no ha sido del todo estudiado: la relación entre el cine y el consumo. Ciertas películas han sido y son, implícitamente, no solo formadoras, o deformadoras, de moral, también imparten hábitos de conducta. Pensar cómo y qué promocionan determinadas películas (fundamentalmente las blockbuster) ha sido, además, la parte más divertida de este trabajo.
Los temas abordados en este libro pululan por los márgenes: en las conversaciones entre amigos, en las clases de cine, en los pasillos de los festivales, o en algunos sitios web, pero nunca son portada de los suplementos de espectáculos de los matutinos, y raramente de los suplementos culturales. Es que la reflexión sistemática, escrita, en torno al cine se mueve cada día más hacia la penumbra de la industria cultural (1), incluso del campo cultural. En la Argentina si bien existen infinidad de publicaciones dedicadas a la prensa del corazón del espectáculo local e internacional solo una dedicada al análisis cinematográfico ha podido sostenerse en los quioscos a lo largo de los años y con variados resultados.
No sin esfuerzo, aquí intentamos abordar al cine y sus transformaciones desde un bagaje que conjuga la universidad y por decirlo de alguna manera la calle. Nuestra ilusión es que estos escritos se relacionen con la Academia, tal como las películas de la nouvelle vague se relacionaron con el ‘cine de calidad'. Como dijimos, el presente indica que muchos aspectos que hacen al hecho cinematográfico (la relación de los espectadores con las películas, el estado de la crítica, la cinefilia y la teoría) atraviesan un momento bisagra, de inflexión. De allí, uno de los sentidos del título del libro: Estado Transitorio. Pues nos estamos referimos a un presente del cine donde los conceptos, la esencia, y su modo están en movimiento, son inestables.
Ciento y pico de años para el cine no son no tantos si se los compara con otras manifestaciones como la pintura y la escultura. Y el fenómeno excede por mucho a la contemplación, y la ley de oferta y demanda. Y a pesar que exista en estos textos un sesgo de especialización, éstos quieren atravesar el campo e ir más allá de los lenguajes y las teorías específicas, más allá de la pantalla... En busca de generar otras preguntas, aunque éstas no tengan una respuesta hoy.