"Los hombres compartieron un pasado ilusorio..."
(Jorge Luis Borges, Fundación mítica de Buenos Aires)
Signada culturalmente por la diversidad desde su origen mismo, Buenos Aires afirmó su identidad múltiple a lo largo de sucesivas inmigraciones -europea, interna, regional, asiática- y abonó esa diversidad con los aportes de una vocación cosmopolita. Expresiones sublimes y complejas, ancladas en el Río de la Plata, provienen de un doloroso desarraigo: ayer, el tango tradujo la melancolía del inmigrante italiano sazonada con la audacia del bailarín porteño; hoy, la efervescencia bailable de las Diabladas exorciza añoranzas del boliviano asentado en el barrio de Flores. Pero los hallazgos también resultan del magnetismo ejercido por Buenos Aires como polo de encuentro real o imaginario: de Osvaldo Fresedo con Dizzy Gillespie, de Bajofondo con Elvis Costello, de Miguel Poveda con Rodolfo Mederos -entre otras formas de crossover que dieron los mejores frutos.
Las músicas más variadas, transferidas desde la cultura de origen o nacidas del contacto intercultural, confieren al paisaje sonoro de Buenos Aires una condición singularmente dinámica y exuberante. Las raíces africanas, la herencia europea, las diferentes tradiciones folklóricas y las nuevas expresiones de la globalidad -encarnadas en el pop y la electrónica-, palpitan bajo la forma de sus manifestaciones originarias o se reinventan en el crisol de la creación colectiva.
El recorrido que aquí se propone atraviesa zonas temporales y geográficas de Buenos Aires, para dar cuenta de esa diversidad: del tango del 900 a la reelaboración electrónica de la chacarera.
Gustavo Mozzi